A lo largo de este capítulo se ha podido constatar que el niño de edad preescolar tiene un amplio y articulado conocimiento del mundo. Sin entrenamientos especiales, el pequeño ha logrado desentrañar la compleja trama de relaciones espaciales, temporales, causales y hasta motivacionales sobre las que se teje la experiencia cotidiana.
Este conocimiento se adquiere muy pronto, en contacto con la rutina diaria de actividades y la interacción permanente con los objetos y especialmente con las personas. Sin embargo, esta organización en esquemas, aunque sufre cambios importantes con la edad, se mantiene invariante a lo largo de la vida.
Procesos tales como comprensión y memoria, así como la capacidad de establecer inferencias sobre nuevas informaciones, se benefician del conocimiento previo y la familiaridad del niño con los materiales de la tarea.
El niño de preescolar es un activo elaborador de estrategias de aprendizaje que es capaz de aplicar sistemáticamente en la resolución de problemas, reglas y principios que conoce implícitamente. Solo resta que el educador, no subestime las posibilidades educativas del niño preescolar y le proporcione un medio cultural y experiencial enriquecido en el que pueda desplegar plenamente sus capacidades.
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